En la siguiente entrevista Juan
Pablo PARCHUC, coordinador de la carrera de Letras en el Programa de
Educación en Cárceles UBA XXII, nos cuenta acerca de la experiencia de cómo
es enseñar y estudiar en la cárcel. De
cómo el CUD
(Centro Universitario Devoto) funciona como un
espacio abierto para toda la población penal, aunque muchas veces hay agentes
penitenciarios abocados a que la gente
no llegue.
Juan Pablo Parchuc |
Juan Pablo Parchuc (JP.P): Es algo que se puede comprobar fácilmente no
sólo mirando estadísticas, sino pisando una cárcel y recorriéndola, o sea, uno
ve que la población, que el sistema judicial penitenciario selecciona y castiga,
proviene del sector de mayor vulnerabilidad social y que muchas veces la propia necesidad y la
falta de oportunidades los lleva a terminar en esa situación. De ahí la
afirmación. No es por exculpar a nadie, sino que se
trata de dar cuenta de cómo funciona el sistema penal y las deudas pendientes
de nuestra democracia.
EJ: En la
cárcel hay distintos niveles de
educación desde jardín de infantes hasta espacios universitarios como el CUD
(Centro Universitario Devoto) Además, según afirma la ley de educación, estudiar bajo contextos de
encierro es un derecho. ¿Vos crees que los distintos niveles de educación
generan posibilidades de reinserción
social para cuando sujetos privados de la libertad salen del sistema
carcelario?
JP.P: Habría que hacer una
distinción: por un lado, existe el derecho a
la educación por las leyes, por la constitución vigente, pero por el otro, habría que ver el modo en cómo se materializa dentro de la cárcel. Esto último
depende de distintas
circunstancias fundamentalmente histórico-políticas. Yo conozco, sobre
todo lo que hace la Universidad dentro de la cárcel, pero también conozco, un
poco menos quizás, la situación de algunas instancias de formación media para
adultos, por ejemplo el CENS que
funciona en Devoto muy bien, como espacio educativo y de discusión. Desgraciadamente también sé de la situación de
otros centros penitenciarios, como los de provincia de Buenos Aires, en los que
el derecho a la educación se encuentra muy limitado y hace falta un trabajo
intenso para cambiar ciertas situaciones e inercia
propia del aparato penitenciario para que realmente,
primero, la educación se convierta en un derecho, y segundo, se transforme en una herramienta que permita
generar un proyecto de vida ya sea
individual o colectivo. Hay una
distancia muy grande entre la letra de la ley y cómo la educación funciona
dentro de la cárcel y a su vez cómo eso se
puede transformar en una oportunidad de vida, sin contar las circunstancias personales
y el entramado complejo que presentan esos contextos.
EJ: ¿El
CUD funciona de manera independiente con respecto al sistema carcelario en
relación a las estructuras de poder, es decir, depende de la UBA y no del
servicio penitenciario?
JP. P: Exactamente, lo mismo que
el CENS que también funciona en ese
sentido, el CUD es un espacio de la
Universidad dentro de la cárcel, es como una embajada dentro del sistema
carcelario, ya que funciona a través de
un convenio entre la Universidad y el Servicio Penitenciario que nos da la
autonomía necesaria para manejarnos con criterios educativos y no de seguridad,
que son los que priman dentro de la cárcel.
En ese sentido podría decirse que funciona con un marco institucional
que permite separarlo del orden político que regula el funcionamiento del Servicio
Penitenciario. El vínculo se limita a poder garantizar la presencia de los
estudiantes en las aulas y el ingreso de los docentes a penal. Nosotros no
discutimos con el Servicio Penitenciario ni programas, ni cuestiones pedagógicas.
La tarea educativa queda en manos de la Universidad.
EJ: ¿Y el
tema de la seguridad para los docentes, teniendo en cuenta el contexto en el
que deben desarrollar las clases?
JP. P: El espacio del CUD, como el de otros centros universitarios, es un
espacio auto-gestionado por los
estudiantes. Son espacios que llaman de “conducta”,
que están regulados por los mismos
presos, en los cuales se comprometen en el modo en que funciona ese espacio y
las garantías de funcionamientos, es decir, que estén las herramientas y las
aulas disponibles, por ejemplo. Por otro lado, nosotros no tenemos ninguna
precaución porque tenemos confianza y conocemos esos espacios y el modo
sumamente organizado en que funcionan. No
entramos con ningún tipo de temor y tratamos de trasmitir eso a los docentes
que no conocen el espacio, cuando empiezan su
labor allí. Estas precauciones tienen que ver con prejuicios y con mitos que
circulan sobre la cárcel, y que quienes la conocemos sabemos que cuando entramos
a cumplir una función y a trabajar con ellos y no con el Servicio, estamos
plenamente cuidados.
EJ: ¿Con
qué requisitos tiene que cumplir un estudiante, además de la escuela secundaria
para poder inscribirse en el CUD?
JP. P: Para cursar una carrera
universitaria en contextos de encierro, los requisitos son los mismos que
tenés que cumplir para ingresar a cualquier carrera de la Universidad.
Tener el secundario terminado o estar por terminarlo para poder inscribirte. Tratamos
de que las cuestiones propias del contexto de encierro y los agentes
penitenciarios no interfieran en ese modelo de trabajo.
Por otra parte,
hay mucha gente que se acerca que no
tiene los estudios necesarios pero
viene a actividades extracurriculares. En ese sentido, el CUD funciona
como un espacio abierto para toda la población penal, más allá que muchas veces
hay agentes penitenciarios abocados a
que la gente no llegue. Sin embargo, nosotros tratamos no sólo de que lleguen
sino de buscar herramientas
institucionales para que circule la información y también para que quienes
quieran “bajar”, como dicen ellos, al CUD, puedan hacerlo.
EJ: ¿Para
aquellos que acceden al CUD en carácter de estudiantes universitarios, el plan
de estudios y los programas se respetan
de acuerdo a la carrera de modo tal que de quedar en libertad pueden
continuar sus estudios en las distintas facultades de la UBA?
JP.P: Es el mismo plan de
estudio y las materias se cursan de manera similar a como se hace en Filosofía
y Letras o en las otras facultades, obviamente con lo que implica el contexto. Por ejemplo, a veces las
materias concentran el dictado en un solo día para no tener que hacer todo el
trámite de ingreso dos veces por semana, pero curricularmente es igual que acá.
De hecho un estudiante que cursa en el CUD, cuando accede a salidas o la
libertad condicional o definitiva puede
seguir cursando en la facultad.
Los estudiantes
privados de libertad son estudiantes
regulares de la Universidad. No aparecen inscriptos con una marca particular ni
tienen un estatuto diferente a otros estudiantes. Así,
por ejemplo, si la materia que
están cursando en este cuatrimestre, también se está dictando acá en Puán, aparecen inscriptos en los mismos listados y en
ningún lugar dice que son estudiantes de UBA XXII. Somos muy cuidadosos de eso porque implica
garantizar su derecho a recibir igual trato que cualquier otro estudiante;
además de que la ley lo prohíbe expresamente.
EJ: ¿Qué
beneficios logra un estudiante del CUD con respecto a su condena en el Servicio
Penitenciario, se le acorta la condena? ¿Hay alguna relación directa?
JP.P: Sí, en general es algo que tiene en cuenta la
Justicia y el Servicio Penitenciario, y especialmente desde que en el 2012 se aprobó la Ley
26.695, también conocida como “ley de estímulo educativo”. Se trata de una ley
cuyo proyecto se gestó desde el CUD. Modifica la Ley de Ejecución de la Pena y les
permite a los sujetos privados de la libertad, por uno de sus artículos (el
140) reducir el tiempo de permanencia en el encierro a partir de rendir
distintos niveles educativos o cursar talleres extracurriculares o de formación. De esa manera, pueden presentar al juez que entiende en su causa,
que en última instancia es quien decide sobre esto, toda la documentación sobre
los cursos y los niveles educativos que ha atravesado en el encierro, no para
descontar tiempo de la pena, sino de la permanencia en el encierro, adelantando
las distintas fases y períodos que estipula la ley. Es decir, permite reducir
el tiempo de encierro.
EJ:
¿Entonces, es beneficioso para ellos
acceder a las diferentes propuestas educativas que se regulan en el
encierro?
JP.P: Sí, por supuesto, implica
garantizar el derecho a la educación y les permite salir antes, ya sea por
salidas transitorias o a partir de la libertad condicional.
EJ:
Retomando el tema de la primera pregunta: ¿notás alguna relación entre lo que
es la construcción de la educación que
se realiza en los barrios más carenciados de Buenos Aires y el formato
educativo que se lleva a cabo dentro de las cárceles?
JP.P: No estoy tan vinculado con
la problemática educativa en los barrios
periféricos; lo que puedo saber, es a partir
de lo que algunos compañeros, que trabajan
en villas o barrios humildes, me comentan. Seguramente, debe haber
alguna reflexión compartida. De hecho debe haber muchos vínculos ya que la
población con la que uno trabaja es similar, si bien el contexto y las
situaciones son distintos. Se me hace
difícil contestar esa pregunta porque si bien conozco el mundo carcelario, no
tengo referencias precisas de las experiencias educativas en barrios
marginales.
EJ: La
idea de la pregunta era ver si reconocías alguna similitud entre el sujeto
social que es afectado por las crisis socio-educativa que generó el
neoliberalismo y aquel sujeto social que es reinsertado en el sistema educativo
dentro del sistema carcelario.
JP.P: Con respecto a eso, lo que sí te puedo decir es que nuestra
experiencia, respaldada por algunos breves trabajos de campo e investigación
que hemos hecho en el CUD, marca, muchas veces, que las personas que están
privadas de la libertad, tienen una trayectoria educativa muy entrecortada, muy
dañada con la institución educativa. No me
refiero a aquellos que estudiaron recientemente fuera, sino sobre todo de quienes
tienen unos cuantos años más y fueron expulsados del sistema educativo en la
década del 90. Ahí sí puedo marcar una relación.
Ahora cómo funciona hoy, si uno tiene en cuenta los avances que se dieron en términos
de inclusión educativa, en amplitud de derechos, en la última década, es muy
difícil saber cómo funciona eso en los pibes de hoy, si hay una relación
directa o no entre una institución que
contenga o que expulse, porque entiendo que, pese a todas las deudas que aún
quedan pendientes, me consta que hay
un trabajo intenso, no sólo a nivel institucional, sino también de
instituciones, de agrupaciones, de educadores que tratan de contener y de
evitar una escuela expulsiva. Pero en la
década del 90, sin duda, muchos de quienes están privados de la libertad y
estudiaron en ese período fueron sistemáticamente expulsados de la escuela y te
lo cuentan. Eso fue parte del abandono del Estado que los llevó a estar ahí, en
la línea de frontera.
EJ: Se
habla en los medios de una cárcel superpoblada. Eso implicaría un tipo de
sub-argumento que podría leerse así: si la cárcel está superpoblada…
JP.P: Hay que hacer más cárceles
(risas).
EJ: No,
no, no iba por ahí el argumento, sino que si la cárcel está superpoblada y la
educación permite reducir el tiempo de permanencia, entonces debería haber toda
una estructura de motivación y “publicidad” que invite a quienes están privados
de su libertad a formar parte del aparato educativo, por lo tanto ¿también el
CUD y los otros espacios de educación deberían estar superpoblados?
JP. P: No, no, si uno mira los
discursos mediáticos y de sentido común, cualquier cuestión que pueda ser un beneficio
para el preso va a ser condenada. O sea, nadie te va a decir que está mal estudiar en
la cárcel, pero al mismo tiempo hay un fuerte rechazo a que alguien salga antes
de cárcel por haber estudiado.
Por otro lado,
las condiciones de acceso al CUD implican también atender a las restricciones,
a las trabas, a las dificultades que impone muchas veces el Servicio
Penitenciario. Además, está el problema de los niveles educativos, ya que la
mayoría de las personas que están presas no tienen los niveles educativos
básicos terminados, con lo cual la población que tiene posibilidades de acceso
al nivel universitario es muy restringida. Es mucho más la gente que accede a
actividades extracurriculares, hay una diferencia abismal. Por ejemplo, entre la gente que estudia la carrera de
Letras y Filosofía en tres penales no
llegamos a reunir treinta personas.
Ahora la gente que participa en esos mismos tres penales de los cursos,
talleres y demás actividades extracurriculares que organizamos como facultad,
llega a cuatrocientas, quinientas personas por cuatrimestre.
EJ: ¿Cuáles son las principales
actividades extracurriculares que se proponen desde el CUD?
JP.P: Dentro del “Programa de
Extensión en Cárceles” que coordino hay
varias actividades, quizás las que se pueden destacar son las que están hace más años como el
taller de narrativa o el taller colectivo de edición. Hay otra actividad que
estamos llevando a cabo desde el año pasado, junto con el sindicato de personas
privados de la libertad, sobre derechos laborales y organización sindical.
Además, hacemos trabajos sobre género y
diversidad sexual en Ezeiza sobre todo en el pabellón especial que funciona
ahí, que aloja gays declarados y personas trans. Hay un pabellón especial para
personas que se identifican en el marco de esas diversidades. Además, hay otros
talleres de filosofía, de historia. Un
Centro de Producción de Accesibilidad que coordina el Programa de Discapacidad.
También tenemos un proyecto con la carrera de Ciencias de la Educación,
muy activo en los últimos unos años,
que implicó la realización de dos créditos de campo y de investigación auto-gestionados,
propuestos por una de las representaciones estudiantiles: Pública y Popular. En el marco de esos créditos hicimos todo un relevamiento de trayectorias
educativas y de problemáticas educativas antes, durante y después del encierro,
y ahora estamos armando un Asesoría Educativa para
atender algunas de estas cuestiones, que tienen que ver con el acceso a la
educación y con la permanencia en el sistema educativo en el encierro y
después, una vez que las personas recuperan su libertad ambulatoria. Para ello, estamos trabajando
con el CENS de Devoto, con la carrera de Ciencias de la Educación y con un
equipo de coordinación “mixto”, con estudiantes de adentro y de afuera, para
armar este espacio que, seguramente, estará en pleno funcionamiento a partir del año próximo.
EJ: Se habla de violencia en las escuelas y esa
violencia se da entre pares, así como también de forma asimétrica entre la
institución y los estudiantes. ¿Cómo se manifiesta la violencia en el CUD?
JP.P: En el CUD el marco
institucional y político que se genera ahí adentro, por la misma participación
de los estudiantes privados de la
libertad en articulación con el afuera y
con la institución, pero sobre todo en
el marco de organización que se dan ellos, excluye cualquier tipo de
violencia entre pares. Por otra parte, no es que no haya violencia, de hecho la
violencia se da en otros espacios, y esa violencia, que se da mucho en los
pabellones, a veces es incentivada por el mismo Servicio Penitenciario.
En el CUD lo que
se discute y se filtra es la violencia institucional, la violencia del Estado,
tanto afuera, como adentro.
EJ: ¿Y
cómo se filtra en el CUD la violencia del Estado?
JP.P: Viene en sus cuerpos,
viene en la experiencia de vida previa al encierro, pero también viene pegada
al sufrimiento que implica el encierro y el castigo e incluso las situaciones
de tortura que tienen que vivir quienes pasan por la cárcel. Viene también, de
otra manera, en una violencia simbólica del sistema, que se traduce en cosas
bien materiales y concreta, como en el
caso del Poder Judicial que es el que les impone la pena, les niega el derecho
a defenderse y siquiera ser escuchados y los retiene con prisión preventiva en
esos lugares, muchas veces sin motivos claros.