jueves, 29 de mayo de 2014

Historia, Escuela y Violencia

 A continuación compartimos con uds. una serie de hechos violentos sucedidos a fines del siglo XIX y principios del XX en las escuelas argentinas que nos ayudarán a poner en contexto los hechos delictivos en nuestras escuelas hoy.

Esta primera cita data de junio de 1899 en la ciudad de Catamarca

“Se produjo ayer a la tarde en la escuela normal de maestros (de Catamarca) un acto de indisciplina de parte de los alumnos del curso normal, que hace necesaria la venida de un inspector que tome medidas enérgicas para castigar a los culpables. El director de la escuela, procediendo de acuerdo con disposiciones del ministerio e instrucción de la inspección, había establecido en el horario el aumento de dos horas semanales para la enseñanza del trabajo manual, y los alumnos se han negado a asistir durante esas dos horas, por no existir, según dicen, decreto que lo establezca y no ser reglamentario. Dada la negativa de los alumnos del curso superior, el director les increpó su proceder incorrecto, manifestándoles que si no estaban dispuestos a cumplir las obligaciones impuestas en el establecimiento, no podrían continuar en él. Estos se retiraron, siguiéndoles el curso de 2º año. La dirección ha dado cuenta de lo sucedido, pidiendo sea enviado un inspector”



El conflicto continuó y parece haber hallado solución en la jornada del 15 de junio con la vuelta de los alumnos a la escuela, para generarse nuevos actos indisciplinarios donde llegara a intervenir la policía.

“Al asistir hoy por la mañana a la escuela el director de la normal de maestros, le dieron aviso, que de los alumnos suspendidos ayer se proponían asaltar el establecimiento. Inmediatamente el director pidió a la policía que mandara dos agentes, de los cuales colocó uno en la puerta de entrada a los cursos normales, y otro en la del departamento de aplicación, con la orden de no dejar entrar a ningún alumno.”

Esta segunda cita la enmarcamos temporalmente en julio de 1916 en la ciudad de Tandil

“Al Sr. Comisario de Policía de la ciudad de Tandil: Tengo el honor de presentarme muy respetuosamente al señor comisario, poniendo en su conocimiento que en el día de ayer, se presentó a esta Dirección, el propietario de la Botica del León y vecino de ésta, Don Perfecto González Pérez, padre del alumno maestro, Jaime, quien me manifestó personalmente que, debido a una dificultad que tuvo su hijo en este establecimiento, se habían reunido allí, quiero creer que fue en su casa, varios alumnos maestros de esta escuela, agregando que se sentían enconados y como una advertencia particular y para que tomara las medidas necesarias en obsequio mío, me prevenía que dichos alumnos se habrían armado con fines premeditados y que se producirían hechos graves. Grato a esta advertencia, el subscripto, como jefe de esta institución de cultura y respeto que dirige no puede silenciar el caso y viene ante el señor comisario, para que cite a los alumnos maestros y poder tomar de esta manera las medidas pertinentes. Excuso fundar los derechos que me asisten para proceder en esta forma. Las leyes de mi país me lo imponen y el cargo del cumplimiento del deber como funcionario público”.



“Pongo en conocimiento del señor comisario que en el día de ayer, se presentó a esta escuela el ex alumno de la misma Jaime González Irigoyen, armado de revolver, con el cual empezó hacer ostentación de valor [...] Hacía gala del arma personalmente con el ex alumno maestro Edelmiro Lourora, a quien le prestaba y le quitaba el revolver


Citado por Lucía LIONETTI en La construcción de las relaciones de autoridad en el sistema educativo, p.33 y ss.

El juego de asesinar y violar

Se supone que es para adultos, pero es furor entre chicos y adolescentes. Cada versión es más violenta: la última facturó mil millones de dólares en tres días. El jugador hace de delincuente que mata policías, atropella peatones, trafica personas, viola mujeres, tortura enemigos. Algunos padres los prohíben, otros no. La opinión de expertos.


Por Sonia Santoro



sábado, 24 de mayo de 2014

¿Por qué las instituciones no quieren reconocer el bullying?

La pregunta no es casual ni siquiera vertiginosa. Es simplemente el planteo de una problemática profunda y sencilla: Cuando uno plantea el problema del acoso escolar entre pares a las autoridades educativas, el fantasma del miedo parece hacerse presente y  ante el temor: la negación. La profunda negación que suele cerrarse sobre sí misma y reconocerse en tanto problemática negada: En mi escuela no hay bullying Esa es la respuesta. El adverbio de negación se vuelve dominante y enfático ante aquel intruso que viene a preguntar por la forma de violencia que domina, hoy por hoy, los medios de comunicación y el lenguaje de los adolescentes.



¿Pero por qué ese director o directora niega el problema? ¿Por qué ante un proyecto de evaluar la violencia en las escuelas, éstas tienden a cerrar las puertas? ¿Qué implica reconocer que en mi escuela se producen actos de acoso o de ciber-acoso entre los estudiantes?

La respuesta a estos interrogantes no es del todo sencilla. Tratemos de vislumbrar dos posibilidades: por un lado, la escuela funciona como un aparato ideológico del Estado. En ese sentido tiene que resguardar la identidad propia que se le presenta desde las estructuras decimonónicas que le impone el sistema educativo con sus leyes y sus modelos de construcción pedagógica. Sin embargo, si bien este es un factor fundamental, sobre todo si se tiene en cuenta la política pedagógica de los últimos diez años en lo que refiere a normas de convivencia y a inclusión; las posibilidades de acción ante casos concretos de violencia dan cuenta de una imposibilidad de resolución del conflicto. Por ejemplo:

En un caso que se presenta como una relación de violencia entre pares, sin poder ser calificada como bullying, una alumna le arroja a una compañera un termo con agua hirviendo en la cara. La directora del colegio luego de comprender la situación, toma la decisión de expulsar a la alumna porque no era la primera vez que realizaba un acto de violencia grave. Es decir ya se había trabajado con la alumna  con distintas sanciones no punitivas (medios limpios)  y la manifestación de la violencia continuaba increscendo.  Frente a la resolución de la directora, aparece la voz que legitima el modelo desde inspección que obliga a reincorporar a la alumna a la escuela de la que fue expulsada en el mismo turno y en la misma clase. Esta desautorización hacia el directivo por parte del sistema pedagógico pone en evidencia la crisis interna que sufre la educación y la contradicción interna del aparato ideológico que confiesa su contradicción.
Entonces, si uno reconoce como directivo esta crisis, es muy difícil que quiera aceptar, que quiera ver los problemas de violencia en su propia institución porque reconoce en el sistema la propia desacreditación que tiene su labor. (1)


De todas maneras, el caso anterior no parece ser necesariamente el modelo por el cual los representantes de las instituciones particulares se nieguen a reconocer que puede haber manifestaciones de violencia entre pares en lapsos considerados de tiempo. Tal vez, la negación lleva implícito el reconocimiento de que no se ha hecho nada para evitarlo. La mayoría de las veces, el no reconocimiento implica el vacío que se genera en ese punto de la gestión educativa particular. Se sabe que el bullying se trabaja desde propuestas preventivas que se inician en jardín de infantes. Ahora bien, cuando se niega la existencia del problema, se auto-reconoce que no se está trabajando ni en la capacitación del personal docente y no docente, ni en la prevención sobre los grupos.

Reconstruyamos dos ejemplos: Uno hace referencia a un director que dice: “No hay bullying en mi escuela” y el otro a un representante legal de un colegio que está a la vanguardia de las propuestas educativas de convivencia.


El primero le dice en una entrevista laboral a un entrevistado cuando éste le manifiesta que a él le interesa trabajar sobre el tema de convivencia y violencia en las escuelas: “No hay casos de bullying en mi escuela” A lo cual el docente entrevistado  le contesta, que extraña afirmación. Un amigo que trabaja en esta institución me contó lo que unos estudiantes de tercer año le hicieron a una compañera en facebook.
El segundo ejemplo da cuenta del trabajo de gestión educativa: Le preguntamos a un representante legal sobre la problemática del bullying, para un documental que estábamos preparando y nos contestó en una charla totalmente informal e improvisada: “La escuela trabaja sobre el tema. Yo no sería quien tiene que hablar del problema porque contamos con dos especialistas que se encargan específicamente del programa de prevención (uno de ellos ha escrito un libro sobre bullying)y de capacitación de docentes y directivos. Además, como ustedes saben, contamos con el grupo de padres que participan de las actividades de inclusión los fines de semana y con las actividades extra programáticas que hacen posible que los chicos se inserten en nuevos grupos sociales, sin contar con la tutoría y los responsables adultos de cada clase. De esa manera, desde que son muy chiquitos tratamos de trabajar la convivencia y los valores en los grupos. Sin embargo, el problema está permanente latente porque la violencia no está sólo en la escuela, sino en la sociedad. Y no hay que prevenir el bullying. Hay que prevenir el bullying, las otras manifestaciones de violencia, la droga, el alcohol que son las sombras que dominan a los niños y adolescentes. Por eso,  siempre el lema central es trabajar en valores para que los chicos se sientan queridos. Y para trabajar en valores, los docentes, pero por sobre todas las cosas, el equipo directivo y la familia tienen que tenerlos incorporados.”

Evidentemente, el problema de la negación es el no reconocimiento, es la negligencia de la gestión pedagógica que comienza a devenir burocrática.

Ahora bien, en el primer caso el problema se daba a partir de una problemática que ponía en evidencia la desacreditación del rol docente por parte del propio sistema educativo al dejar ver sus contradicciones. En la segunda, se manifiesta la negligencia en los trabajos de gestión educativa que presentan algunas escuelas particulares. Ahora bien, la primera de las respuestas también pone en evidencia la pobreza con que la gestión trabajó la problemática. Pues cuando uno expulsa a un alumno de una institución tiene que preguntarse qué hizo para incorporarlo, para darle su lugar en el grupo, cómo lo motivo, con que herramientas generó la convivencia grupal a lo largo de los años. La expulsión no sólo pone de manifiesto que hay violencia, sino que acentúa la falta de procedimientos preventivos y de sociabilización con los que se trabajó en la escuela. Pero también implica confudir desde las mismas instituciones las delimitaciones de la ley que no implica no aceptar la expulsión, sino darle la posibilidad al alumno que pueda continuar sus estudios en otra escuela. De esta manera, la decisión de la inspección de no aceptar la expulsión, implica la no comprensión de los límites de la ley entre lo particular y lo universal.

Ocultar el bullying. Decir no hay violencia en mi escuela, es reconocer que el proceso de prevención no se está llevando a cabo.

Prof. Ezequiel Jáuregui- Prof. Ulises Aguilar- Prof. Mario Accorsi

NOTAS


(1) Con este comentario no queremos oponernos a la idea de inclusión, por el contrario estamos totalmente de acuerdo en que todo niño o joven tiene derecho a una educación digna. Lo que ponemos de manifiesto es un problema de poder que tiene que poder ser ejercido desde la escuela como institución particular. En ese sentido la inclusión no implica una escuela, sino la escuela en tanto sistema.

lunes, 19 de mayo de 2014

El bullying y la debilidad de la ley

Juan Otero, ex director de Psicología Comunitaria del Ministerio de Educación bonaerense, dice que el aparato disciplinario tiene que incorporar la diferencia y regularla. Los adultos –los docentes y los padres– no pueden dejar en manos de los pibes la regulación del conflicto porque no tienen las herramientas. No están políticamente preparados para administrar las normas de prohibición. El chico se vuelve un tirano cuando la ley pública resigna su poder. El silencio otorga, autoriza, por una vía subterránea (y a veces con la complicidad manifiesta del adulto) la violencia.  El bullying es a menudo el resultado de la renuncia a la responsabilidad política de los mayores de educar. En esa ausencia hay solo víctimas, y el agresor es el brazo ejecutor de aquello que le fue cedido. Es el miembro extremo que emerge de la violencia indiferenciada.

jueves, 15 de mayo de 2014

Pedagogos argentinos hablan sobre la violencia escolar

(…) la tarea de educar es compartida: requiere de un pacto entre la familia y la escuela. Y hoy en día, las familias, que han sufrido grandes transformaciones, no siempre están dispuestas a acompañar la escolarización de los chicos o no cuentan con los recursos [para hacerlo] (Tenti Fanfani, Emilio: “La próxima reforma educativa debe centrarse en los docentes”, Clarín, Suplemento Zona, Domingo 7 de agosto de 2005.).



Para el maestro es imprescindible tener la autoridad del padre al lado. Cuando yo era chico, si mi maestra me reprendía llegaba a casa y corría el riesgo de que mis padres me castigaran también. Hoy en día, una maestra que reprende a un chico tiene miedo de que el padre vaya a reprenderla a ella (Filmus en PÉREZ, Ana Laura. “Daniel Filmus y Adriana Puiggrós: ¿A dónde va la educación?”, Clarín, Domingo 7 de agosto de 2005).



Una problemática persistente es que los docentes se quejan de la falta de preparación para esa población particular porque no solo dicen que no tienen herramientas para paliar el hambre, la violencia, sino para enseñarles. Los maestros sienten impotencia y lo adjudican a lo social, la falta de recursos, a que la familia no apoya (…). Hay una tensión importante entre tomarlos [a los alumnos] como víctimas de esta situación y también culpabilizarlos porque no tienen valores, no tienen interés, no les importa. Pero en última instancia lo justifican por la situación social y porque los padres no se ocupan (PINI, Mónica. “Al maestro lo acusan de cosas que el padre tampoco puede solucionar”, Página 12, Lunes 12 de junio de 2006).




(…) hemos cambiado el enfoque: de una visión civilizatoria en la que la familia tenía que adaptarse a la escuela y cualquier conflicto se dirimía en favor de la escuela, hemos pasado a una visión que es cada vez más clientelar, o de customización [sic] de la familia y los alumnos. Uno de los principales criterios que hoy tiene la educación en la Argentina es la satisfacción del cliente. Suponemos que una escuela es buena cuando la población está satisfecha del servicio que recibe. Y eso no es solo en escuelas privadas, puede ser en la escuela pública más pobre. Hemos transformado a los alumnos en clientes (Narodowski. Mariano: “Adultos en deuda con los jóvenes”, La Nación, Domingo 12 de noviembre de 2006).


jueves, 8 de mayo de 2014

Análisis de Noticias

En el mes de agosto del año pasado se dio a conocer en los medios de comunicación la agresión física y verbal que sufrió un adolescente en una escuela de Wilde, en la provincia de Buenos Aires. El registro de la agresión al instante se viralizó producto de una grabación difundida en las redes sociales. A pesar de que ya pasó casi un año del triste episodio, quisimos revisar cómo fue la cobertura realizada por los diarios Página 12, La Nación y Clarín. Este ejercicio intenta reflexionar acerca de los alcances y el tratamiento que reciben en los medios gráficos situaciones de violencia en las escuelas.

A continuación remitimos los links de las noticias analizadas provenientes de los diarios Página 12, La Nación y Clarín.





ANÁLISIS DE LAS NOTICIAS

Desagregado:

1º Descripción.

La fecha muestra una simultaneidad en la cobertura de los diarios La Nación y Clarín porque publicaron la noticia el jueves 15 de agosto, mientras que Página 12 lo hizo el 16.

Los tres diarios coinciden la sección donde se editó: Sociedad. En La Nación y Clarín va acompañado de Violencia escolar.

En los títulos el único diario que utiliza la palabra bullying es Página 12. En La Nación en el copete se menciona la palabra bullying y en Clarín sólo en el cuerpo de la noticia, en la tercera oración.



2º Análisis de los títulos.

La nación presenta el título desde la conformación de una oración unimembre “Brutal golpiza en el aula a un alumno discapacitado”. El título presenta a la víctima “alumno discapacitado”,  la agresión recibida “brutal golpiza” y el espacio “en el aula”. L a oración unimembre pone de forma jerárquica como primer adjetivo “brutal”, atributo (¿mediático?) que genera un efecto condensador de la crueldad de la golpiza. Por otro lado, el título no hace ninguna referencia a los agresores, posición que el diario Clarín sí incluye en su título: “Un chico fue brutalmente golpeado por sus compañeros en un colegio de Wilde”. En el título de este diario aparecen las posiciones de la víctima en primer lugar “Un chico” (sin la referencia a la discapacidad que aparece en La nación: “alumno discapacitado”; el titular está construido desde la voz pasiva, lo que potencia la condición de pasividad de la víctima como sujeto que padece la acción. A su vez la frase verbal “fue golpeado” es interrumpida por el adverbio “brutalmente” que refuerza el modo, el primitivismo de la violencia ejercida por los agresores “sus compañeros”. La paradoja se observa en la posición que adoptan los que agreden quienes son los que, por una cuestión circunstancial o burocrática, son llamados “sus compañeros”. El diario Página 12 es el único que ya categoriza el tipo de violencia en el titular al denominar como “Bullying en la escuela”. La ausencia de adjetivos en los paratextos le permite distanciarse del efecto sensacionalista que puede activarse en el tratamiento de estos hechos en los medios de comunicación: “GOLPEAN Y FILMAN LA AGRESIÓN A UN COMPAÑERO”.



Un factor que no es menor en la construcción de la noticia es que Página 12 publica la información un día después que los diarios Clarín y La Nación. Por lo tanto, ¿puede llamarse noticia en el caso de Página 12? Después están las cuestiones de corte ideológico en términos políticos, que no van a ser examinadas en esta descripción comentada porque no ocupa el objeto de este análisis, aunque las mismas pueden extraerse a partir de la lectura completa de las respectivas coberturas. Una última observación con respecto a la etiqueta “Violencia escolar” que utilizan los diarios La Nación y Clarín. Parafraseando a Brener en su artículo “Violencia escolar bajo sospecha”, hablar de violencia escolar “casifica”, cosifica y reduce los problemas sólo a víctimas y culpables, alimentando los modos binarios de entender la realidad que por lo menos es más compleja, que tiene muchísimos matices y en la que están imbrincadas profundas relaciones de poder.



3º Reflexión.

Después de observar la construcción de los enunciados en los titulares, nos sigue afectando la ambigüedad que proyecta la palabra “compañeros” en la posición de los agresores. La etimología de la palabra viene del latín y representa a aquellos que “comen del mismo pan o los que comparten el pan”. La etimología nos revela la estrechez del vínculo, compartir el alimento elemental. En estos tiempos, el vocablo “compañero” es otra de las palabras que adquiere una forma locutoria, soldada, es otra víctima de la burocracia. Entonces, una de las grietas está en no haber podido abstraer la palabra del páramo vincular. La violencia también es una relación de lenguaje o el lenguaje oficializa la trampa: el no haber logrado como institución educativa un trabajo que materialice el originario sentido de la palabra “compañero”, en la que el prójimo es con quien comparto la mesa o un banco, una silla, el espacio…el tiempo.