lunes, 19 de mayo de 2014

El bullying y la debilidad de la ley

Juan Otero, ex director de Psicología Comunitaria del Ministerio de Educación bonaerense, dice que el aparato disciplinario tiene que incorporar la diferencia y regularla. Los adultos –los docentes y los padres– no pueden dejar en manos de los pibes la regulación del conflicto porque no tienen las herramientas. No están políticamente preparados para administrar las normas de prohibición. El chico se vuelve un tirano cuando la ley pública resigna su poder. El silencio otorga, autoriza, por una vía subterránea (y a veces con la complicidad manifiesta del adulto) la violencia.  El bullying es a menudo el resultado de la renuncia a la responsabilidad política de los mayores de educar. En esa ausencia hay solo víctimas, y el agresor es el brazo ejecutor de aquello que le fue cedido. Es el miembro extremo que emerge de la violencia indiferenciada.

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