martes, 16 de octubre de 2018

El fin de la escuela pública


El fin de la escuela pública

“Como gobierno elegimos darle prioridad, siempre, a la educación de nuestros chicos, dijo la gobernadora bonaerense. “ Dijo la gobernadora Vidal frente al conflicto docente que desde hace ya un mes deja a los niños fuera de la escuela de las provincias de Buenos Aires en el 2017. Sin embargo, la gobernadora que construyó  gran  parte de sus discursos pregubernamentales en la necesidad de transformar la educación bonaerense que había sido desterritorializada por los últimos gobiernos parece repetir e insistir en la violencia contra la escuela pública. Violencia que se imparte desde una postura Nacional no sólo no resolver el conflicto de las paritarias docentes, sino por los comentarios que se vienen escuchando tanto desde la Provincia como desde la Nación que refiere a la escuela como el lugar en el que “caen” los chicos. Ya no es ni siquiera la escuela galpón que planteaba Corea, sino la ha colocado al mismo plano que un conteiner de residuos en donde las cosas se tiran o se arrojan. Y si a esto le sumamos los comentarios del exMinistro de Educación de la Nación en el programa de Jorge Lanata, Lanata sin filtro en Radio Mitre sobre la revolución educativa que se propone desde el Gobierno Nacional y la necesidad de transformar las escuelas estatales en privadas en la que el Estado asegure la libre competencia escolar en la elección de los padres, parece no haber dudas de cuál es el camino revolucionario propuesto:  “la muerte de la escuela pública.” El fin de la escuela que desde Rivadavia, Alberdi, Sarmiento se pensaba como un espacio de derecho: La escuela libre- laica y gratuita está llegando a su fin.


María Eugenia Vidal dice “como gobierno elegimos darle, siempre, la prioridad a nuestros chicos” Aquí el pronombre hace ruido, porque en el “nuestros” se reconoce la necesidad de la otredad de aquellos chicos que no son nuestros y que no son tenidos en cuenta como prioridad. Sin lugar a duda, esos “nuestros” tuvieron todos los días de clase, sin paros y sin paritarias. Vistieron uniformes nuevos y compraron sus cuadernos tapa dura y su mochila con rueditas. Esos nuestros están dentro del esquema revolucionario que se propone desde el Ministerio de Educación. Y son los mismos “nuestros”  que comparten el aula con los del exgobierno de la inclusión pedagógica. En esos “nuestros” se mueven generalmente nuestros hijos, los hijos de los profesionales de la clase media que elegimos un cambio o que comprendimos la necesidad de la inclusión de los otros para poder ponerle fin a la inseguridad que nos asusta y nos asecha.

El problema no está entonces en el nuestros, sino en los otros, en los que quedaron afuera, en los que llegaron a la escuela y vieron las puertas cerradas porque no se reconoce la realidad de los docentes que habitan esos espacios y viven esas realidades.  Escuché la propuesta del gobierno de docentes bilingües para su revolución del 2021, me dio la sensación de que esta gente que habla de educación nunca estuvo en un aula de una escuela de gran Buenos Aires parado frente a cuarenta chicos que lucha contra la desigualdad, la inseguridad, las drogas y el hambre. No  estuvieron nunca en una escuela del conurbano tratando de comprender esa realidad que nos atraviesa como maestros y profesores. Nuestros representantes nos faltan el respeto y nos tratan como números de una estadística por medio de empleados en los que resuena aquella falta de pensamiento de la que hablaba Hannah Arent. No nos reconoce como profesionales de la educación.

La violencia del Estado contra la escuela es un recurso político-económico de la misma manera que lo es el deterioro sistemático de la Salud Pública. Hoy nosotros, por suerte, los del lado de acá aún nos pagamos la prepaga y educamos a nuestro hijos en colegios que abrieron sus puertas desde el 3 de marzo, y le damos prioridad a la educación; pero ellos, los de allá, se internan en camas de hospitales abandonados con médicos en conflicto y van a escuelas que mantienen sus puertas cerradas porque no son un buen negocio. Nosotros los de acá miramos para otro lado y colocamos la manzana en la lunchera, nos vamos a dormir tranquilos porque sabemos que priorizamos e invertimos en educación gran parte de nuestro sueldo, y queremos la revolución educativa y las maestras bilingües porque en nuestros colegios son muy necesarias para que nuestros hijos sean bilingües.

A fines de 2018 la paritaria se mantiene sin resolver y los estudiantes han perdido una gran cantidad de clases por paros docentes. El gremio y el gobierno dilantan la acción como en las películas en las que carecen de argumento.