El fin de la escuela pública
“Como gobierno elegimos darle prioridad, siempre, a la educación de
nuestros chicos, dijo la gobernadora bonaerense. “ Dijo la gobernadora
Vidal frente al conflicto docente que desde hace ya un mes deja a los niños
fuera de la escuela de las provincias de Buenos Aires en el 2017. Sin embargo,
la gobernadora que construyó gran parte de sus discursos pregubernamentales en
la necesidad de transformar la educación bonaerense que había sido
desterritorializada por los últimos gobiernos parece repetir e insistir en la
violencia contra la escuela pública. Violencia que se imparte desde una postura
Nacional no sólo no resolver el conflicto de las paritarias docentes, sino por
los comentarios que se vienen escuchando tanto desde la Provincia como desde la
Nación que refiere a la escuela como el lugar en el que “caen” los chicos. Ya
no es ni siquiera la escuela galpón que planteaba Corea, sino la ha colocado al
mismo plano que un conteiner de residuos en donde las cosas se tiran o se arrojan.
Y si a esto le sumamos los comentarios del exMinistro de Educación de la Nación
en el programa de Jorge Lanata, Lanata sin filtro en Radio Mitre sobre la revolución
educativa que se propone desde el Gobierno Nacional y la necesidad de
transformar las escuelas estatales en privadas en la que el Estado asegure la
libre competencia escolar en la elección de los padres, parece no haber dudas
de cuál es el camino revolucionario propuesto:
“la muerte de la escuela pública.” El fin de la escuela que desde
Rivadavia, Alberdi, Sarmiento se pensaba como un espacio de derecho: La escuela
libre- laica y gratuita está llegando a su fin.
María Eugenia Vidal dice “como
gobierno elegimos darle, siempre, la prioridad a nuestros chicos” Aquí el
pronombre hace ruido, porque en el “nuestros” se reconoce la necesidad de la
otredad de aquellos chicos que no son nuestros y que no son tenidos en cuenta
como prioridad. Sin lugar a duda, esos “nuestros” tuvieron todos los días de
clase, sin paros y sin paritarias. Vistieron uniformes nuevos y compraron sus
cuadernos tapa dura y su mochila con rueditas. Esos nuestros están dentro del
esquema revolucionario que se propone desde el Ministerio de Educación. Y son
los mismos “nuestros” que comparten el
aula con los del exgobierno de la inclusión pedagógica. En esos “nuestros” se
mueven generalmente nuestros hijos, los hijos de los profesionales de la clase
media que elegimos un cambio o que comprendimos la necesidad de la inclusión de
los otros para poder ponerle fin a la inseguridad que nos asusta y nos asecha.
El problema no está entonces en
el nuestros, sino en los otros, en los que quedaron afuera, en los que llegaron
a la escuela y vieron las puertas cerradas porque no se reconoce la realidad de
los docentes que habitan esos espacios y viven esas realidades. Escuché la propuesta del gobierno de docentes
bilingües para su revolución del 2021, me dio la sensación de que esta gente
que habla de educación nunca estuvo en un aula de una escuela de gran Buenos
Aires parado frente a cuarenta chicos que lucha contra la desigualdad, la
inseguridad, las drogas y el hambre. No
estuvieron nunca en una escuela del conurbano tratando de comprender esa
realidad que nos atraviesa como maestros y profesores. Nuestros representantes
nos faltan el respeto y nos tratan como números de una estadística por medio de
empleados en los que resuena aquella falta de pensamiento de la que hablaba
Hannah Arent. No nos reconoce como profesionales de la educación.
La violencia del Estado contra la
escuela es un recurso político-económico de la misma manera que lo es el
deterioro sistemático de la Salud Pública. Hoy nosotros, por suerte, los del
lado de acá aún nos pagamos la prepaga y educamos a nuestro hijos en colegios que
abrieron sus puertas desde el 3 de marzo, y le damos prioridad a la educación;
pero ellos, los de allá, se internan en camas de hospitales abandonados con
médicos en conflicto y van a escuelas que mantienen sus puertas cerradas porque
no son un buen negocio. Nosotros los de acá miramos para otro lado y colocamos
la manzana en la lunchera, nos vamos a dormir tranquilos porque sabemos que
priorizamos e invertimos en educación gran parte de nuestro sueldo, y queremos
la revolución educativa y las maestras bilingües porque en nuestros colegios
son muy necesarias para que nuestros hijos sean bilingües.
A fines de 2018 la paritaria se mantiene sin resolver y los estudiantes han perdido una gran cantidad de clases por paros docentes. El gremio y el gobierno dilantan la acción como en las películas en las que carecen de argumento.