jueves, 15 de mayo de 2014

Pedagogos argentinos hablan sobre la violencia escolar

(…) la tarea de educar es compartida: requiere de un pacto entre la familia y la escuela. Y hoy en día, las familias, que han sufrido grandes transformaciones, no siempre están dispuestas a acompañar la escolarización de los chicos o no cuentan con los recursos [para hacerlo] (Tenti Fanfani, Emilio: “La próxima reforma educativa debe centrarse en los docentes”, Clarín, Suplemento Zona, Domingo 7 de agosto de 2005.).



Para el maestro es imprescindible tener la autoridad del padre al lado. Cuando yo era chico, si mi maestra me reprendía llegaba a casa y corría el riesgo de que mis padres me castigaran también. Hoy en día, una maestra que reprende a un chico tiene miedo de que el padre vaya a reprenderla a ella (Filmus en PÉREZ, Ana Laura. “Daniel Filmus y Adriana Puiggrós: ¿A dónde va la educación?”, Clarín, Domingo 7 de agosto de 2005).



Una problemática persistente es que los docentes se quejan de la falta de preparación para esa población particular porque no solo dicen que no tienen herramientas para paliar el hambre, la violencia, sino para enseñarles. Los maestros sienten impotencia y lo adjudican a lo social, la falta de recursos, a que la familia no apoya (…). Hay una tensión importante entre tomarlos [a los alumnos] como víctimas de esta situación y también culpabilizarlos porque no tienen valores, no tienen interés, no les importa. Pero en última instancia lo justifican por la situación social y porque los padres no se ocupan (PINI, Mónica. “Al maestro lo acusan de cosas que el padre tampoco puede solucionar”, Página 12, Lunes 12 de junio de 2006).




(…) hemos cambiado el enfoque: de una visión civilizatoria en la que la familia tenía que adaptarse a la escuela y cualquier conflicto se dirimía en favor de la escuela, hemos pasado a una visión que es cada vez más clientelar, o de customización [sic] de la familia y los alumnos. Uno de los principales criterios que hoy tiene la educación en la Argentina es la satisfacción del cliente. Suponemos que una escuela es buena cuando la población está satisfecha del servicio que recibe. Y eso no es solo en escuelas privadas, puede ser en la escuela pública más pobre. Hemos transformado a los alumnos en clientes (Narodowski. Mariano: “Adultos en deuda con los jóvenes”, La Nación, Domingo 12 de noviembre de 2006).


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