La pregunta acerca de si es posible la educación de adultos en el contexto social que presenta el conurbano bonaerense y la Ciudad de Buenos Aires y las normativas, que instancian nuevas formas de obtener el título de nivel medio, implican en sí la necesidad de formular la pregunta por la educación de adultos. No es lo mismo entregar un título de nivel medio, como lo hacen los nuevos sistemas educativos que desarrollan el bachillerato en plazos menores a los dos años, que invitar al sujeto excluido durante el período de su educación formal a reingresar al sistema educativo y hacerle viable la posibilidad de recibir una educación formal donde prime el conocimiento intelectual y las posibilidades de apertura al campo laboral.
El bachillerato para adultos está siendo
decantado por la propia normativa que genera modelos intermedios que hacen
que el estudiante se aleje de la posibilidad de la educación formal a cambio de
recibir en un corto plazo el título que le permite mantenerse en la condición sub-laboral que generalmente afecta a aquellos que por distintas razones han
quedado excluidos del sistema educativo. Preguntarse por el lugar que ocupan, hoy por hoy, los bachilleratos
para adultos implica repreguntarse por la relación inclusión/exclusión; educación formal/educación informal; sistema
laboral/ exclusión laboral.
Sin duda alguna, las alternativas que
ofrece el sistema afectan en la población estudiantil que durante años atravesó
la escuela para adultos. La urgencia por el título para mantenerse dentro del
sistema laboral y la precariedad de la calidad de los programas alternativos
invitan a los jóvenes y adultos a inscribirse en los sistemas paralelos.
Obviamente, la urgencia triunfa sobre lo importante y el mismo mercado auto-justifica
la necesidad de no preocuparse por la calidad sino por entregar aquel título que prefigura haber atravesado el nivel medio. Sin embargo,
lo importante es abandonado: la calidad educativa, el proyecto de inclusión
social se auto-justifica bajo el disfraz de clase que a priori condiciona el
lugar del sub-ocupado. Además, la lejanía que muestra la educación para adultos
con sus bachilleratos de tres años del campo laboral concreto motiva la
deserción que es la otra arista compleja del mismo. Justamente por ello es que
cabe repreguntarse en cómo instaurar una educación de adultos en clave de
derecho y de inclusión social.
Pensar la educación en clave de derecho y
de inclusión social es justamente pensarla atravesada por la referencia
inmediata al campo laboral concreto; pero es también pensarla en clave de
calidad cosa que el desmantelamiento que se ha hecho en las escuelas de
provincia de Buenos Aires y Ciudad de Buenos Aires en las últimas décadas
parece negarlo. La escuela desmantelada, la escuela galpón de la que habla
Lewkowicz es también la escuela en la que se vacía el significado del
bachillerato para adultos. Sólo así se explica la deserción masiva que se
produce en el primer año de estudios.
Repreguntarse
por el lugar que debe ocupar, hoy por hoy, la educación de adultos es pensar la
escuela con derecho a la calidad educativa y a la inclusión social.
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